Estereotipos, prejuicios y relaciones – amor propio

Estereotipos, prejuicios y relaciones – amor propio

Me parece que en diversas ocasiones nos hemos encontrado en situaciones en las que hemos estado en ambos lados: actuando de forma prejuiciosa o siendo el objeto de prejuicios y estereotipos. Me parece que algo que nuestras sociedades no le enseñan a nuestros pequeños, al menos de forma generalizada y sabia, es el amor propio. El amor propio trasciende todos los aspectos de la vida y no se reduce a una idea superficial de la autoestima o a lo que indique un manual irrealista de autoayuda. Tampoco es un acto de vanidad, no es egolatría. Implica, entre muchas otras cosas, ser sincero y cariñoso consigo mismo. El amor propio, amarse a sí mismo de forma incondicional, es la fuente más cercana que tenemos de experimentar de primera mano lo que se siente ser amado. Es esa experiencia lo que nos permite entender qué es amor y qué no. Habiendo entendido eso, podemos dar amor a otros y saber reconocer los actos de amor cuando estos vienen de nuestros semejantes. Nos permite también reconocer los actos de desamor y, en consecuencia, no tomarlos, porque no merecemos desamor. Reconocer prejuicios, estereotipos, violencias, etc., se vuelve más sencillo porque hemos aprendido a honrar nuestra propia humanidad en su sentido más profundo y a honrar del mismo modo la humanidad de los demás. No podemos dar lo que no tenemos: por eso hay que haber aprendido en el ser propio qué es amar, para poder dar amor a los demás. Caemos en manipulaciones cuando nos enseñan, como en efecto hacen nuestras sociedades, que el objeto de nuestro amor está principalmente afuera: en una pareja, en un prójimo, en tener una posición social, en tener un perfil competitivo en el mundo laboral, en una colectividad a la que “pertenecemos” o que es nuestra “identidad”. Afuera, afuera, afuera. ¿Y nosotros mismos? ¿Quién es la persona con la que convivimos la mayor parte de nuestras vidas si no es uno mismo? Es uno mismo, desde pequeño, quien repite en lo profundo de la psique aquello que nos han enseñado a creer: “soy inferior si no soy competitivo”, “no soy nadie si no tengo pareja”, “debo hacer lo que mis mayores me dicen que haga”, “debo ser políticamente correcto”, “no debo salirme de la casilla que me corresponde en la sociedad”. Así aprendemos a tratarnos a nosotros mismos casi sin saberlo. No es ilógico que terminemos tratando a los demás así. Somos el lugar más cercano que tenemos para experimentar nuestra propia Grandeza. Enseñemos a nuestros pequeños a amarse a sí mismos, incondicionalmente; es decir, sin importar qué suceda afuera, si tienen o no dinero, si son o no reconocidos, si cumplen o no las expectativas de la sociedad, sin condiciones. ¿Es posible vivir con tristeza o sentirse aislado cuando uno se da a sí mismo todo el amor del mundo? No lo creo.

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