Si estoy cerca de una persona que incurre en una conducta MAAD o que la está viviendo, lo primero que haría sería escucharla con atención y empatía, ofreciéndole un espacio seguro para que pueda expresar lo que siente sin juicios. Es importante validar sus emociones y necesidades, reconocer la legitimidad de su experiencia y, si ella lo desea, orientarla sobre las rutas de acompañamiento y acción institucional que existen en la universidad.
También considero fundamental cuestionar las conductas normalizadas que muchas veces clasificamos erróneamente como “exageraciones”. Estas situaciones deben observarse con atención, “con lupa”, porque justamente allí pueden estar las señales tempranas de violencia o discriminación que requieren intervención.
Para cuidar a las personas y promover una sana convivencia, acciones como participar en espacios formativos (por ejemplo, este curso MAAD), fomentar conversaciones abiertas sobre el respeto y los límites, y intervenir activamente cuando se presencia una conducta inapropiada —de manera respetuosa pero firme—, son pasos clave para construir un entorno universitario más consciente, seguro y solidario.