Una de las formas sutiles de machismo está en el ámbito de justificación: a los hombres no se les exige justificarse ni menos demostrarse. Se les presume: acertados, racionales, inteligentes y fuertes. Las mujeres también se les presume desde el patriarcado, pero desde otro sentido: son vulnerables, maternales, no racionales. Ante este binario y en situaciones de competencia (como puede ser un aula de clase o el ambiente laboral), se exige de las mujeres que superen los prejuicios que el patriarcado le impone. Así por ejemplo, las mujeres deben demostrar que son racionales, porque desde el machismo se supone lo contrario. Como hombre en varias ocasiones he sentido eso fuertemente: en los cargos directivos a las mujeres se les llama por el nombre, no por el apellido como a los hombres. Muchos hombres infantilizan a las mujeres jóvenes (la “niña” que puede tener un doctorado terminado, frente al doctor hombre que apenas lidia con terminar una maestría).