¿Qué se te viene a la mente con el comentario de Sebastián?
Lo primero que pienso es que ese comentario, aunque puede parecer “bien intencionado”, en realidad reproduce una lógica paternalista. Implica que las mujeres no pueden o no deberían defenderse solas y que necesitan que los hombres hablen por ellas. Además, justifica el maltrato o la exigencia injustificada con el argumento de que las mujeres deben “probar” algo. Eso refuerza estereotipos de género y no soluciona la raíz del problema, que es el trato desigual en el aula.
¿Alguna vez no has podido acceder o disfrutar de un lugar por prejuicios o estereotipos?
Sí, especialmente en espacios académicos o laborales donde se espera que uno encaje en cierto molde para ser tomado en serio. A veces me he sentido juzgado por mi forma de vestir, por cómo me expreso o incluso por mis intereses, como si no fueran lo “esperado” para alguien en cierto rol. Aunque no siempre es explícito, esos estereotipos pesan y afectan la seguridad con la que uno se mueve.
¿Crees que alguna vez has impuesto barreras por estereotipos?
Sí, y creo que es importante reconocerlo. A veces, sin darnos cuenta, caemos en prejuicios aprendidos que se nos quedaron grabados por cultura o educación. He tenido ideas preconcebidas sobre personas por su apariencia o su forma de hablar, y aunque ahora intento ser más consciente y empático, reconocer esos errores es parte del proceso de cambio.