Mayra A. Luna Ortiz
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agosto 23, 2025 a las 9:24 pm #316226
Mayra A. Luna Ortiz
ParticipanteSi estoy cerca de una conducta MAAD, primero priorizo la seguridad: si hay riesgo inmediato, pido ayuda a la persona a cargo del espacio o a seguridad; si es seguro intervenir, corto la situación con una frase breve y neutral (“eso no va, volvamos al tema”) y evito confrontaciones que escalen. Luego acompaño en privado a la persona afectada, validando lo que sintió sin culparla ni pedir detalles innecesarios, y le ofrezco apoyo para decidir próximos pasos: guardar evidencia básica (fechas, capturas), hablar con el docente o responsable, o activar las rutas de Bienestar y atención a violencias y discriminación si así lo desea. Nunca reenvío contenido dañino “para denunciar” ni lo replico en chats; lo conservo solo para los canales formales.
Para cuidar a otras personas y promover convivencia sana, ayudo a fijar reglas claras en cada curso o grupo (no fotos ni audios sin permiso, nada de insultos o doxxing, discusiones centradas en ideas), modelo un lenguaje respetuoso, detengo bromas que hieren y pido criterios transparentes de evaluación y participación. También procuro repartir la palabra y las tareas de forma equitativa, reconocer aportes, respetar acentos y tiempos, y recordar periódicamente las rutas institucionales de apoyo. Cuidarnos es cotidiano: notar el sesgo a tiempo, intervenir con serenidad, y reconstruir el clima para que todas las personas puedan aprender y trabajar sin miedo.
agosto 23, 2025 a las 8:41 pm #316208Mayra A. Luna Ortiz
Participante¿Qué debo hacer si estoy cerca de una conducta MAAD?
Primero, prioriza la seguridad: si hay riesgo inmediato, corta la situación y busca apoyo de una autoridad cercana (docente a cargo, coordinación, seguridad del campus). Si es seguro intervenir, hazlo de forma breve y tranquila, señalando el límite sin atacar: “Ese comentario cruza la línea; volvamos al tema”, “No compartamos imágenes sin permiso”. Después, acompaña en privado a la persona afectada: valida lo que sintió, no minimices ni preguntes morbosamente, y ofrécele ayuda para decidir próximos pasos (guardar evidencias como capturas/fechas, pedir criterios claros al docente, o activar —si así lo quiere— los canales institucionales de bienestar y atención a violencias y discriminación). Evita replicar el contenido dañino “para denunciar”; conserva solo lo necesario y compártelo por rutas seguras. Si no es tu momento para intervenir, puedes delegar: informa a alguien con responsabilidad en el espacio y haz seguimiento.
¿Cómo cuidar a otras personas y promover sana convivencia en la Universidad?
Ayuda a que cada curso, chat o equipo acuerde reglas simples y visibles: no difundir fotos/audio sin permiso, nada de reenvío de íntimos, discusiones centradas en ideas, respeto a acentos y tiempos de participación. Modela lenguaje inclusivo y corta bromas que hieren, proponiendo alternativas de forma serena. En clases y reuniones, fomenta transparencia: pedir rúbricas/criterios públicos, rotar tareas y turnos de palabra, reconocer aportes y evitar “validaciones” sesgadas (no pedir confirmación solo a ciertos compañeros). Practica el rol de espectador responsable: distraer, delegar, documentar con cuidado, demorar para chequear en privado, o intervenir directo si es seguro. Finalmente, comparte las rutas de apoyo y anímate a usarlas sin miedo a “exagerar”: prevenir y atender a tiempo cuida a la persona afectada y mejora el clima para toda la comunidad.
agosto 23, 2025 a las 7:42 pm #316203Mayra A. Luna Ortiz
ParticipanteEl comentario de Sebastián me suena a paternalismo y a “carga de representación”: convierte el rendimiento de algunas mujeres en prueba de valor para todo su género y, de paso, justifica la dureza del profesor como si fuera un bien mayor. No es un elogio; es una presión extra. Ese marco alimenta el tokenismo (“las que logran sobresalir nos representan a todas”) y la amenaza del estereotipo, donde el miedo a “dejar mal paradas a las mujeres” termina afectando el desempeño. También invisibiliza que la exigencia debe ser clara y equitativa para todo el grupo, con criterios de evaluación transparentes, y no un trato diferencial que recae siempre en las mismas estudiantes.
Sí, he vivido situaciones donde los estereotipos limitaron mi participación. En un equipo académico orientado a tecnología, asumieron que yo debía llevar las actas y la logística mientras otros se quedaban con el análisis técnico; tuve que insistir para estar en las tareas de diseño metodológico y de datos. En clases, más de una vez di una respuesta y pidieron “confirmación” a un compañero, como si su voz validara la mía. Ese tipo de micro descalificaciones no te expulsan de frente, pero te hacen gastar energía en demostrar que mereces el lugar antes de poder aprender y aportar.
También reconozco que, en ocasiones, he impuesto barreras sin querer. He interrumpido a personas más calladas pensando que “iba a ayudar a avanzar”, cuando en realidad les quitaba voz. Alguna vez supuse que una compañera con carga de cuidado no podría liderar un trabajo y ofrecí el rol a otra persona sin siquiera preguntarle; luego comprendí el sesgo y rectifiqué. Me esfuerzo por cambiar esas prácticas: repartir roles de forma rotativa y explícita, preguntar en lugar de suponer, citar y reconocer aportes, y revisar el lenguaje para no reproducir chistes o frases que jerarquizan. Ese ajuste cotidiano es la diferencia entre un espacio que tolera la diversidad y uno que realmente la posibilita.
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