1. Me recuerda cómo se impone a las mujeres la responsabilidad de “representar” a su género. Aunque parezca motivador, genera presión extra y refuerza estereotipos, cuando el reconocimiento debería basarse en el mérito individual, no en expectativas colectivas.
2. Sí. Una vez no me permitieron participar en una actividad académica por mi edad, asumiendo que no tendría suficiente madurez. No evaluaron mis capacidades reales, sino un prejuicio generacional que limitó mi oportunidad de aportar.
3. Sí. Pensé que alguien no sería buen compañero por ser muy callado. Luego descubrí que era altamente organizado y eficiente. Ese prejuicio inicial me enseñó a no juzgar capacidades basándome en estereotipos, sino en la experiencia directa.